jueves, 13 de diciembre de 2007

El Cadaver de la Novia.


Cuando la encontré, tenía el vestido blanco pegado a su cuerpo, y parecía estar sonriendo. Estaba sentada en la ducha, con los ojos cerrados y una línea de sangre bajaba desde sus labios. Tenía moretones en las piernas y en los brazos. Su pelo oscuro olía a alcohol.

La conocí hace tres años, en una cafetería. Cuando se acercó a pedirme la orden, reconoció la canción que estaba silbando, y casi inmediatamente comenzamos a hablar de bandas. AC/DC. The Strokes. Led Zeppelin. Stone Temple Pilots. Frank Sinatra. The Fratellis. Me dolían las mejillas de tanto sonreír.

Quedamos en ir al parque al día siguiente. Cuando la vi sentada cerca del lago creí que era de otro planeta. Recuerdo haber pensado "nunca un vestido rojo se había visto tan bien". Su largo cabello ondulado. sus ojos ondulados, el olor de su perfume, el sabor de su labial. Todo en ella era tan simple. Tan impresionantemente hermoso.

No sé si fue un error, pero me sentía bien estando con ella. Sentir su risa, su perfume. Besarla al abrir la puerta. Era un deleie para mí.

Era demasiado bueno para ser verdad.

Desapareció minutos antes del comienzo de la ceremonia. No estaba en la iglesia. No estaba en el auto. Ni en el departamento o en casa de sus padres. No estaba, simplemente había desaparecido.

Tal vez era demasiado bueno para ser verdad. Tal vez ese vestido rojo era de alguien más. Tal vez debí haber ido a la otra cafetería.

Se veía hermosa de blanco. Su sonrisa era encantadora. Parecía un ángel. Mi ángel guardian salido de una cafetería, con pelo negro y tatuajes.

Incluso con sangre y moretones, era hermosa.

martes, 4 de diciembre de 2007

Autobiografía


Estar sobrecafeinada y frustrada son dos cosas a las cuales me he acostumbrado estos dos últimos años.

Algo tan simple como hervir agua y sentir el aroma y el sabor a mokka es tan obsesionante y delicioso como cualquier disco de Radiohead.

Algo tan simple como abrir un libro y leerlo sabiendo que quizás en unos 5 años más esa información no me servirá de mucho es tan frustrante como ser sordo.

Pensar que aún me quedan dos años.

No sé si podría decir que he tenido una adolescencia feliz. Al menos no ha sido fácil desde que tengo 12, cuando me di cuenta que para lo único que era buena era para pretender que mi familia era perfecta. Que yo era, como todos creían, una niña bien. Desde fuera era todo lindo, nos veíamos bonitos bien vestidos los domingos, haciendo reír a todo el mundo, siendo el centro de atención. Desde dentro, no me gustaba sentarme a la mesa a comer pan con queso y café de trigo después de volver del colegio. Prefería comer en mi pieza, pero mi casa es tan pequeña que aún con la puerta cerrada escuchaba a mis viejos gritándose por lo que sea.
Casi 15 años viviendo en el mismo departamento "al frente del Lider Departamental". Los mismos vecinos. Las mismas caras. Todo siempre igual. En básica caminaba 5 minutos y llegaba al colegio. Cuando iba en 7° entraba a las 9.15 porque estaban haciendo unos arreglos en Alonso de Ercilla. Los primeros días de 1° medio eran simples: me sentaba a escuchar música en cualquier parte. Los primeros días de 2° medio eran igual. Y aún es así, sólo que ahora saludo a algunas personas. Siento que es tan normal escuchar Sinatra o Fiona Apple que me molesta que me interrumpan.

Tengo 16 años. Hoy es 4 de diciembre del 2007. Quedan 21 días para la navidad. No me gusta la navidad. Son las 21.39 de la noche. Me tomé 3 tazas de café (de máquina). Mi papá me dijo que JAMAS en su vida me va a pagar clases de música, porque, según él, tiene que asegurarse que yo sepa algo que me de sustento en un futuro (no muy lejano).

Si me equivoco en lo que yo quiero, me encierro en la biblioteca de la universidad, te dejo a mis hijos y me los devuelves cuando te pase mi diploma enmarcado en un cuadro de oro para que les puedas decir a tus amigos que estás verdaderamente orgulloso de que tu hija te haya escuchado y haya seguido tus consejos. Pero me gustaría demostrarte que tú estás equivocado.

Perdóname por querer hacer lo que yo quiero.






( PD.- tengo insomnio y en las noches leo El Principito :D )

domingo, 2 de diciembre de 2007

Chernobyl


Dejaría de respirar.
O haría que mi corazón dejara de latir.

Cuando era chica la ropa de mi prima era algo que me gustaba usar.

Ahora no quiero usar la chaqueta que usaba mi vieja cuando tenía 16. "Cuando tenía tu edad..."

Las personas adultas siempre cuentan sus historias de cuando eran jóvenes a modo de cuentos de hadas: "cuando tenía tu edad, luché contra un león!", explican cada vez que un niño les pregunta por qué tienen esa cicatriz en el brazo. Y como los niños son tan bellamente ingenuos, le creen. Ignorando que en realidad se cayó del segundo piso y se rompió los huesos. Ignorando que entró en pánico y le vomitó dos veces a la enfermera.

Las personas mayores le hacen creer a los niños que la espinaca los hace fuertes, "como Popeye!". Que la televisión les mata las neuronas, aunque no sepan que son las neuronas.

En realidad, lo único que molesta es que griten tanto. Que apaga la tele. Que estudia. Que come. Que te laves los dientes. Que tu mamá. Que eres un imbécil. Que dos mas dos son cuatro y no cinco.

Cuando no gritan, se quejan. De quien se les ponga en frente. De quien sea que salga en la portada del diario. Mira, salio el gay ese en la tele. Mira, que se los lleven a todos a la cárcel. Mira, qué escándalo hacen los jóvenes, la educación ha sido así desde que el tiempo es tiempo.

"¿Nunca peleaste por algo que valía la pena, abuelo?" Me mira y me acuerdo, mi abuelo es pastor, no tiene tiempo de salir a las calles a protestar, además, ¿un pastor, protestando? eso es imposible.

Dejaría de respirar.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Graduación



Habían tantas utopías en el aire esa noche, que me estaba ahogando. Me dolían los pies de tanto estar parada. Me dolían las manos de tanto aplaudir.

No lloraba sólo porque me acostumbré a verlo todos los días y no quería aceptar que ya no sería así. Lloraba también por haber guardado tantas cosas. Por los gritos de mi madre. Mezclados con la ira de mi padre. Mezclados con las lágrimas de mi hermana. Mezclados con la ausencia de mi hermano. Y todo eso mezclado con mi estúpida mentalidad, y con el hecho de no poder contarle a alguien lo que realmente pasaba dentro mío.

No me había fijado que la ciudad de noche se ve tan hermosa.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Labios de Latte


"Mañana sí, mañana sí, mañana sí", repite Lucy por las noches, antes de acostarse, mientras pone un disco de Foo Fighters en la radio.

Lucy es una melómana de profesión. Su nombre es una canción de los Beatles. Su casa esta llena de discos de Led Zeppelin. Su dios de bolsillo es Sinatra.

Lucy camina todos los días a la cafetería donde trabaja. Con las manos en los bolsillos. Tarareando la primera canción que le venga a la mente.

Lucy masca un chicle de menta mientras se columpia en el parque. En el otro columpio hay un hombre fumando un cigarro melancolicamente.

Su polera de AC/DC, sus pantalones, sus zapatillas. Lucy había visto esa sonrisa antes. Había escuchado esa voz antes.

Lucy despertó un día en el hospital. Había tenido una sobredosis de heroína. El hombre del cigarro estaba durmiendo en el sillón, cerca de ella.

Lucy tenía 15 años cuando su madre la mandó a rehabilitación. Hizo creer a sus vecinos que se fue a un internado en Suiza. Qué verguenza...

Lucy dice que de tanto sudar se te pegan las sabanas al cuerpo. De tanto gritar te quedas sin voz. Estás tan pálida que das miedo.

El hombre del cigarro del parque fue a recogerla el día en que salió del "internado en Suiza". La llevó a su departamento y allá aún vive.

Lucy camina de vuelta a casa con un disco nuevo en su bolso. Abre la puerta del refrigerador y se da cuenta que se acabaron las frutillas.

"Mañana sí, mañana sí, mañana sí" repite Lucy, antes de acostarse. Antes de poner el disco de Foo Fighters en la radio otra vez.